El Calzado en los Primeros Años de Vida
El desarrollo del pie durante los primeros años de vida es un proceso fascinante y delicado. Al nacer, los pies están compuestos principalmente de cartílagos y estructuras blandas, que se van fortaleciendo y osificando gradualmente. Este proceso de osificación continúa hasta aproximadamente los 10 años de edad, aunque las epífisis de los huesos largos siguen desarrollándose hasta el final del crecimiento, entre los 15 y 20 años.
En sus primeros años, los pies de los niños suelen parecer planos debido a la abundancia de grasa subcutánea y a la falta de osificación completa. Esta condición es normal hasta los 6-10 años de edad. Sorprendentemente, hasta los 8 meses, los pies de los bebés tienen más receptores sensoriales que sus manos. Esta sensibilidad extra explica por qué los bebés se quitan los calcetines constantemente; cualquier cosa que cubra sus pies puede interferir con su exploración del entorno.
Hasta que los bebés no empiecen a caminar, no es necesario ponerles zapatos. El principal propósito del calzado antes de esta etapa es proteger contra el frío, pero incluso esto debe evaluarse. Un truco útil es ponerle calcetines o patucos solo si también le pones guantes, asegurándote de que realmente necesita esa protección. Dicho esto, culturalmente nos cuesta mucho dejar unos pies al aire, sobre todo los pies de un bebé. En ese caso, hay que tender siempre hacia unos calcetines o un calzado blando, fino y sin costuras.
Una vez que el niño comienza a caminar, el calzado añade una función protectora contra golpes y heridas. Tradicionalmente, se usaban zapatos rígidos con la intención de corregir o prevenir deformidades. Sin embargo, la investigación actual sugiere que muchas de estas «deformidades» son simplemente etapas normales del desarrollo de un pie fisiológicamente blando, que se beneficiará de estar descalzo o de estar cubierto por un calzado blando, holgado, flexible, con suela fina y sin tacón.
Aunque puede ser tentador heredar zapatos de hermanos o primos mayores, es mejor evitarlo. La suela interna del zapato se deforma para adaptarse a la anatomía específica de cada pie, y la suela externa no se desgasta homogéneamente, por lo que usar calzado usado no es lo ideal.
En resumen, el calzado en los primeros años de vida debe cumplir unas características concretas que permitan el movimiento libre del pie, y su desarrollo sano. Siempre que sea posible, hay que fomentar que anden y jueguen descalzos.